Gloria María Pérez: una voz curripaca que se alza

Es una mujer decida y con un verbo fluido en curripaco, portugués y español, cacica de la comunidad La Culebra 

Gloria María Pérez (59), cacica de la comunidad Curripaco, con asentamiento en el sector La Culebra (vía Gavilán), es una de las defensoras territoriales de la cuenca del Cataniapo, estado Amazonas, al sur de Venezuela. Es una mujer decidida y con un verbo fluido en curripaco, portugués y español.

Está casada con Pedro López (capitán de la etnia), también curtido en el campo de la defensa territorial. 

Tiene siete hijos y 10 nietos a quienes están reforzando el legado indígena de su comunidad: la pesca, la artesanía y la recolección.

Eslla es una líderesa nata de la comunidad curripacos, pertenecientes a territorios y hábitats de la familia Arawak del suroeste del estado Amazonas, en la región del Río Negro y Guainía y tienen sus propias leyes y creencias religiosas.

En La Culebra, ella vela por la paz y la convivencia de otras familias de su etnia (Haja, Curry, Ñaame, Charrh). También transmite las sabidurías ancestrales como la medicina con yerba, recibe las denuncias por las invasiones de tierras (incluso por otras etnias que reclaman demarcación) y lleva las demandas y quejas a las autoridades locales y nacionales.

 Nuestros antepasados lucharon en la época de Cristóbal Colón por nuestras tierras y nosotros lo estamos haciendo ahora para frenar la minería, las drogas, los robos, la trata de personas, la deforestación y contaminación de nuestro río. Por eso cada pueblo tiene que mantenerse unido para defender el territorio”, dice Gloria mientras manipula el sebucán, la prensa artesanal para sacar el jugo amargo (el cianuro) de la yuca.

Desde el centro de Puerto Ayacucho hasta el sector La Culebra, se hace un recorrido aproximadamente de media hora por una carretera que se parte en tramos de asfalto y otros de tierra y en la que, por los bordes se pueden ver azules pozos en los que los más jóvenes se dan chapuzones mientras las mamás lavan la ropa. 

Es un trayecto, del eje carretero sur, desde donde se ven las comunidades La Esperanza, La Reforma, La Danta, Wottojjá, Samaria, Cucurital, San Pedro, La Pava, Jerusalén, Babel, Limonal, Jurepa (etnias Curripaco, Guajibo, Baniva y Jivi), que se sirven del río Cataniapo, el mismo que cuencas arriba está afectado por el extractivismo y el mercurio

Modos de vida en riesgo 

Gloria (y Pedro también), quien se está formando en materia de derechos humanos, se dedica a la siembra, la pesca y a la artesanía. 

Cada sábado va al mercado de indígenas en el centro del municipio Atures, donde los nativos tratan de vender todos productos que cosechan como los ajíes tornillo, el picante catara, la piña amazónica, el copoazú (una fruta de donde sacan el cacao), yuca, mañoco, almidón de yuca, el moriche, además de los pescados y los bachacos vivos.

No obstante, estos modos de vida están amenazados no solo por la actividad minera de la que hablan los indígenas; sino también porque no hay incentivos a los productores para fortalecer sus emprendimientos y porque no hay transporte.

20 mil pesos, hasta 50 mil pesos colombianos (en promedio cuatro mil pesos por dólar) cuesta un pasaje dependiendo de la cantidad de mercancía que carguen.

“Muchos no podemos pagar eso, porque a veces ganamos 50 mil pesos. Y eso es lo que dejamos en el transporte. Solo podemos ir un día a la semana al mercado”, contó Gloria. 

Luego de la 1:00 p.m. No hay unidades del transporte público. El parque automotor desaparece porque está acentuada la escasez de gasolina (para mediados de junio de este año) en las bombas autorizadas; mientras en las esquinas y en las puertas de muchos hogares la venden a granel, a 10 dólares cada litro. 

Este material es parte del proyecto que lidera la Red Sinergia, en alianza con Odevida y La Vida de Nos, en el que se visibilizan los liderazgos indígenas, los derechos humanos y el ambiente. Así mismo, el proyecto trabaja en combinación con con organizaciones ambientalistas que hacen vida en los estados Bolívar, Amazonas, Delta y Zulia.

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Texto: Mabel Sarmiento G.

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