Armando Janssens: ¡Estamos enfermos!

Parto de la constatación compartida con mucha gente de las organizaciones sociales que trabajan en los distintos sectores sociales: Nuestro país y su población en general está enfermo y por eso no actúa de manera normal en las actuales circunstancias. Las tensiones acumuladas a lo largo de los últimos tiempos están dejando huellas profundas, y en general negativas, en la convivencia y en la marcha de la vida diaria. Los sentimientos de temor e inseguridad han invadido la totalidad de la población hasta en los lugares más apartados. Lo que en el primer momento pareció una mala temporada pasajera se ha instalada a diario y en nuestros corazones. La violencia sin fin, llegando a crueldades ni imaginados hace años está presente en cada esquina y hasta dentro nuestros propios hogares y apartamentos. Además el miedo de no poder asegurar lo mínimo necesario para mantener el nivel de vida acostumbrado, expresada en las largas colas y en las conversaciones sin fin en el metro y transporte público se han puesto en evidencia. No hay casi ningún contacto o conversación donde después de pocos minutos, estos temas no llegan a florecer, explicada con las vivencias personales o cercanas que lo ilustran a plenitud y contado con un tono de voz que refleja las angustias y la rabias internalizadas.
¡Estamos enfermos! Y cada uno lo puede aplicar a si mismo analizando con sencillez sus propias actitudes y sentimientos. Y descubrir que valores propios acumulados en largos años pasados, se debilitan y pueden ser reemplazados por una desconfianza sin límite y niveles de agresividad y dureza nunca imaginada. En una reunión de fin de año de un grupo de Padres, descubrimos entre todos- no sin sorpresa – como todos, repito: todos, sintieron en su vida personal mayores tendencias a malestar, rabia, mal carácter y violencia que se expresaban hasta dentro sus familias y en las relaciones interpersonales en general. Reconocimos que hasta en nuestro lenguaje y expresiones corporales y en nuestras opiniones expresadas se destilaba estas actitudes en dosis crecientes. ¡Nos estamos perdiendo y eso no podemos permitir!
Será tarea de psicólogos, psiquiatras y afines de definir y explicar lo que está pasando actualmente entre nosotros y cuales nudos patológicos se están formando y tapando nuestra tan reconocida amabilidad y hospitalidad. Y que por favor nos aclaren, no los medicamentos supuestamente apropiados, sino las dinámicas relacionales para reconstruir nuestras tan deseadas actitudes que estamos a punto de perder.
Las organizaciones sociales e iniciativas conciudadanos que tocan la vida diaria de nuestra gente tienen una tarea de primera importancia a cumplir. Y ya varios lo están haciendo, más de lo que se puede imaginar Se reúnen en casa, sea en el contexto de la construcción colectiva de la paz, sea por cualquier iniciativa comunitaria que permite reunir algunas docenas de gente para promover lo que hemos ido llamando “conversatorios” de gran participación. Con satisfacción podemos constatar que una vez creado el ambiente de mutuo confianza, la gente expresa sus opiniones y sentires y comienzan lentamente el camino de la reconstrucción personal y comunitaria. Ya docenas de estas iniciativas están en pleno desarrollo y detienen parcialmente la destrucción en marcha.
Especial atención quiero prestar a la presencia de nuestra iglesia católica en tantos sectores. Es sin duda la red social más grande que existe de manera cohesionada y cercana a la gente y a las comunidades. Su presencia además en los barrios por medio de Parroquias y Vicarías guidas por Hermanas, facilita un empuje permanente de creación de valores y actitudes importantes. No siempre estamos consciente de eso, pero ahora en estos momentos tan angustiantes, ella debe jugar un papel de mayor impacto. A igual que los grupos de “cristianos-evangélicos” y de otras denominaciones .En un contexto de tanta descomposición de las familias en comunidades desestructuradas, la actividad de nuestras comunidades cristianas debe ser más asertivas y creativas. Deben lograr ambientes “normales” donde la gente puede vivir lo que son. Con actividades religiosas y otras bien organizadas que aportan la experiencia de bienestar y responsabilidad. Donde hay una sana jerarquía que se respeta y se fija normas comunes para juntos alcanzar. Eso son las “burbujas de Libertad” de las cuales hemos hablado en ocasiones anteriores. Son espacios especialmente cuidados donde la persona puede sanarse y sentirse otra vez dueño de su propia vida.
Estamos enfermos y debemos sanearnos sin violencia ni supersticiones. Con madurez basada en una fe adulta como referencia fundamental y una actuación lúcida y coherente.
Publicado por EL NACIONAL