Preocupaciones en el barrio

12 de julio 2015 – 00:01
– ¿Me preguntas lo que me preocupa…? «Que no consigo leche ni pañales para mis dos niños. Ni hay pollo en Mercal, y el precio de la carne está por las nubes. No sé cómo vamos a hacer. Harina pan no conseguimos desde hace rato, y ya el pan escasea. Tuvimos que vender uno de los dos televisores, pero eso tampoco soluciona mucho».
-«Con mis varices no aguanto más colas. Me quieren operar, pero no hay con qué. Son horas en el supermercado para conseguir lo mínimo. Trato de ponerme de acuerdo con algunas vecinas para conseguir lo que cada una pueda y después distribuirnos entre las cuatro o cinco que vamos juntas. Es como un verdadero trueque».
-«Temo, cada mañana, cuando mi hombre sale a las cinco de la casa, para ir a trabajar bastante lejos. Por Dios, que no lo asalten, como pasó hace tiempo, y hasta estuvo hospitalizado. Rezo intensamente por él y mis tres hijos. Felizmente cada uno tiene su celular para mantenernos en contacto. Y por favor, que regresen antes de las seis…».
-«Mi hija tiene quince años y anda enamorada de uno de 23. No lo veo bien, y le hablé muy claro: ¡se debe hacer respetar! Fui a comprar la píldora para cuidarla, pero no la conseguí. Ella no quiere que hable con el muchacho, pero lo voy a hacer. Ella me contó que ya sabe tomar sus precauciones».
-«Mi pequeña camioneta ya lleva tres meses que no la muevo, al igual que la forma de ganarme la vida, haciendo mudanzas. No consigo repuestos para repararla, y los busqué en todas las chiveras de La Yaguara, pero sin éxito. Y ahora no tengo plata para comprarlos, además de dos cauchos. No sé cómo hacerlo y no veo solución a corto plazo. Este pleito del gobierno con los empresarios me afecta demasiado».
-«Cada día pienso en mi hijo Yamiry y su amigo Luis, que hace pocos meses fueron asesinados por miembros del colectivo de Pérez Bonalde en Catia. Los secuestraron porque fueron a una manifestación a favor de Ledezma. Una muerte muy salvaje con torturas y tiros. Cada vez lloro, pero eso no me lo devuelve. ¿Y sabes lo que no entendí?: el municipio pagó inmediatamente, sin preguntar, los gastos del entierro. Por algo será».
-«Esta mañana subiendo desde el Capitolio hasta San José en la autobuseta, en el puente El Guanábano, nos asaltaron cuatro hombres jóvenes. De repente comenzaron a gritar y a robar todo lo que la gente llevaba: anillos, cadenitas, teléfonos. Inmediatamente revisaron las bolsas. Y el chofer, ni pío. Me quedé paralizada. Felizmente no llevaba nada más que una pequeña cruz de plata, no la tomaron en cuenta. Todavía estoy pálida».
-¿Lo que me preocupa?: «Estoy terminando cuarto año en un liceo de Catia. La mayor parte del año no tuvimos profesor de Matemática ni de Química. Y nos hicieron un solo examen y nos pusieron 14 a todos. Eso no es serio. Me siento defraudado y si eso sigue así, ya veo el problema para entrar en la universidad».
-«Hay demasiados pleitos en mi casa. Mi mamá y mi padrastro se tratan mal, se gritan todo el tiempo. Cuando tratamos de intervenir nos gritan a nosotros. La venta de perros calientes que él tiene en Propatria ahora no le rinde lo suficiente como antes. Mi mamá piensa que hay otra mujer, lo que él violentamente niega. La hermana de la Vicaría vino a hablar para pacificar un poco el ambiente. Ojalá funcione y se entiendan. No quiero perder a ninguno de los dos».
-«Nos preocupa ese hombre en la esquina del Plan. Vende drogas hasta a los niñitos. Hemos acordado, juntos con los muchachos del grupo juvenil Crecha, vigilarlo para así evitar que los niños se le acerquen. Se ha dado cuenta y se pone nervioso con nosotras; ¡Qué se vaya!».
-¿Preocupación?: “Aquí no llega la policía, solamente cuando hay muertos la vemos. No tenemos confianza en ellos, a pesar de que conocemos a algunos que son muy serios. Y las bandas crecen y hasta exigen vacuna a las pocas bodegas que siguen funcionando. Uno no sabe quién es quién. Mejor, nos cuidamos con las conversaciones. No quiero problemas».
-“Por la Paz del mundo y de mi país, roguemos al Señor”… Cada domingo, y desde hace mucho tiempo, en el momento de las Oraciones de los Fieles, la voz de la señora Rosa (que desde hace más de cuarenta años trabaja en el Hotel Tamanaco y no quiere renunciar porque se siente demasiado bien con sus colegas) lo repite con claridad. Antes, era solamente “por la paz del mundo”, pero desde hace varios años añadió y “por mi país”, con claro sentido de la realidad. Los fieles de la bella capilla de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro la oyen con devoción y dan gustosamente a ella, el derecho de iniciar las peticiones comunitarias. Y la respuesta es una, y dicha con todo corazón: “Te lo pedimos, Señor”